jueves, 19 de agosto de 2010

El malestar en la cultura y la seguridad.



Dice Bauman que Sigmund Freud escribió un libro sobre el malestar en la cultura, afirmando que cultura es un trueque, un valor atesorado, el cual se sacrifica a cambio de otro, igualmente imperativo y grato al corazón.

En la traducción, leemos que el mayor don de la cultura es la seguridad que ofrece: seguridad con respecto a los muchos peligros que proceden de la naturaleza, del propio cuerpo y de las demás personas. En otras palabras la cultura libera el miedo, o por lo menos, hace que los miedos resulten menos intensos y terribles; sin embargo, a veces, la cultura impone restricciones generalmente oprimentes – siempre irritantes – a la libertad individual.

¿Y cuál es el malestar de cultura? Los malestares más comunes y las conductas transgresoras del orden emanan – según Freud – del sacrificio de gran parte de la libertad individual en aras de lo que hemos ganado,- colectivo e individualmente – en términos de seguridad individual.

Más hoy podemos invertir su diagnostico: Las frustraciones y los malestares humanos más comunes en la actualidad son, como los que le precedieron, consecuencia de un trueque; pero hoy lo que se sacrifica día tras día, es la seguridad, en el altar de una libertad individual en permanente expansión.

¿Y que implica el concepto de seguridad? Es un fenómeno complejo, pero para su comprensión hacen falta al menos tres vocablos: seguridad, certeza y protección.

Seguridad: Todo aquello que ha sido ganado o conseguido seguirá en nuestro poder; todo aquello que se ha logrado conservará su valor como fuente de orgullo y respeto; el mundo es estable y confiable, al igual que sus cánones de rectitud, el aprendizaje de los modos de actuar y de las habilidades necesarias para enfrentar de la vida.

Certeza: Implica conocer la diferencia entre lo razonable y lo insensato, lo confiable y lo engañoso, lo útil y lo inútil y lo dañino, y todas las otras distinciones, que nos guían en nuestras elecciones diarias; y nos ayudan a tomar decisiones de las que no esperamos arrepentimientos; y conocer los síntomas, los presagios y los signos de advertencia que nos permitan saber que debemos esperar y como discernir una buena jugada de una mala.

Protección. Siempre que uno se comporte de manera correcta, ningún peligro extremo – ningún peligro del que no podamos defendernos- amenazará nuestro cuerpo y sus extensiones, es decir, nuestras propiedades, nuestro hogar y lo que nos rodea, y tampoco amenazará el espacio, en el que se inscriben todos esos elementos del “yo” más amplio como el terreno de nuestra propia casa y sus alrededores.

Estos tres ingredientes son requisitos para la autoconfianza y la independencia que determinan la capacidad de pensar y actuar racionalmente. La ausencia a la escasez de alguno de estos tres ingredientes tiene el mismo efecto: Falta de resolución, pérdida de confianza en la propia capacidad y desconfianza de las intensiones de los otros, incapacidad creciente, angustia, aislamiento, tendencia a culpar y a acusar al otro, a la agresividad y a buscar chivos expiatorios.

Estas tendencias son síntomas de desconfianza existencial corrosiva. Es cada vez más obvio que las incertidumbres de hoy son fabricadas, por lo tanto vivir en la incertidumbre, aparece como un estilo de vida, la única manera posible de vivir la única vida de la que disponemos.

Y sin buscar culpables, es posible que le ladremos al árbol equivocado, sin sentirnos disminuidos y sin que nadie pueda reprocharnos que recibimos los golpes y nos quedamos de brazos cruzados.

Ayúdate, que Dios te ayudara, porque tanto peca el que mata, como el que le detiene la pata. El hombre se da o rehúsa darse, jamás se presta. Y el que esté libre de culpa, que tire la primera piedra.

Total, una vida sin reflexión y amor al trabajo no merece vivirse… y desde luego…Salud y larga vida.

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